Carta abierta de una madre a Esperanza Aguirre sobre la «zona única educativa».
Cuando decidí solicitar plaza para mi hijo en un buen colegio público cerca de casa sabía que asumía ciertos riesgos: trabajamos los dos, con unos ingresos que no dan opción a puntos, como tenemos nómina, no hay nada en «B», en la familia no tenemos ninguna minusvalía, mi marido no me maltrata, y mi hijo está sano ( gracias a Dios).
Además, en el colegio de mi elección la demanda supera a la oferta, por lo cual, en mis circunstancias, pedir en primera opción un colegio bastante demandado, con buena fama, y bilingüe, implicaba el riesgo de quedarme fuera.
Pese a lo adverso de mi situación, tuve la suerte de obtener plaza en el Colegio Público de mi primera opción. Y ello porque contaba con los cuatro puntos de proximidad. En la lista de admitidos mi hijo obtuvo plaza con preferencia sobre otros niños que tenían puntos de renta, pero que no vivían en la zona.
Hoy (un año después de un proceso cargado de ansiedad e incertidumbre) tengo la suerte de poder llevar a mi hijo al cole a pie, de que tenga amigos en el barrio, de que comparta juegos en el parque después del cole con sus amigos que, además, son sus vecinos.
Si no hubiera sido por aquellos cuatro puntos de proximidad probablemente hoy mi vida sería una pesadilla de tráfico, polución, estrés y horas perdidas.
Vivo tranquila, pero otras familias tendrán peor suerte que yo. Porque nada de esto habría sido posible si, oh Lideresa, hubieras tenido antes tu disparatada idea de abolir los puntos de proximidad, para que Madrid sea «zona única educativa«. Es decir, que a la hora de elegir colegio, los puntos de zona (única «baza» de las clases medias) dejen de contar.
Anuncias esto en nombre de una supuesta «libertad«, (no me queda muy claro libertad para quién), porque, para los que queremos un colegio cerca de casa, la medida no hace sino restringir nuestras opciones.
Y vamos a partir de un punto esencial: actualmente los padres tienen libertad de elección. Es decir, los padres pueden presentar la solicitud para el colegio que deseen.
Ahora bien, únicamente en el caso de que la demanda supere a la oferta, el centro seleccionará a los alumnos de acuerdo con una clase de criterios: estos criterios son: 1) Renta: las familias con renta más baja tienen prioridad en la elección. 2) Hermanos en el colegio, 3) Proximidad al domicilio o lugar de trabajo de los padres (esto es lo que se quiere cargar Espe) y 4) Enfermedades del niño y otras cuestiones sociales como necesidades educativas especiales, etc.).
A pesar de los numerosos fraudes, la presencia del requisito de proximidad es una garantía para muchas familias de que van a obtener una plaza escolar en algún centro próximo al domicilio. Con ello, se evitan desplazamientos innecesarios, lo que traduce en contaminación para la ciudad y estrés para los padres. Incluso el transporte público es una opción demasiado cara en Madrid para los menores (el metrobús de los niños a partir de 4 años cuesta lo mismo que el de un adulto).
Muchos pensamos que el mejor colegio es el que está más cerca de casa. Por eso optamos por escolarizar a nuestros hijos en algún colegio cerca de casa al que puedan ir a pie, quedarse jugando en un parque cercano al salir del centro, tener amiguitos en el barrio, etc.
Hoy suspiro aliviada sabiendo que no me ha tocado a mí, pero si tu ocurrencia prospera, muchas familias acabarán con su día a día convertido en un infierno de levantarse a las cinco de la mañana para, tras sufrir un atasco que les ponga los nervios de punta, dejar al niño en algún colegio de la periferia (el único en el que le den plaza) para luego retomar la misma carretera saturada y al trabajo a seguir produciendo, que hay que levantar el país. Probablemente, al final de la jornada, el niño estará tan agotado que ni siquiera podrá hacer los deberes.
Todo este desgaste en nombre de una supuesta «libertad » que aún no tengo muy claro en qué consiste.
Gracias Presidenta, por convertir nuestra vida diaria en un infierno.
Hacia dónde va la inteligencia
En estos días no se habla prácticamente de otra cosa que de la vuelta al cole y de la mordida anual que para las familias supone comprar los libros de texto que los pobres niños acaban cargando a sus espaldas, lo que les ocasionará -supongo- graves problemas en el futuro. Algunos llevan esas maletitas con ruedas -parecen azafatitos- pero no creo que sean un gran invento. Las maletas con ruedas limitan la movilidad de los pequeñ0s así como las posibilidades de interacción con sus semejantes. A los que nos ha tocado viajar de vez en cuando ya sabemos que no se puede socializar demasiado cuando se arrastra una maleta.
Y ante este panorama me pregunto a dónde apunta la inteligencia: hemos sido capaces de enviar hombres al espacio (e incluso dicen que a la luna), podemos sacar dinero de un cajero, tenemos a nuestro alcance telefónos móviles, wifi, unos ipods donde podemos meter más música que la que seremos capaces de escuchar en nuestra vida, y no se sabe cuántos inventos más. Pero nuestros niños siguen llevando los libros a la espalda, como en los tiempos de Mariquita Pérez.
En fin, que tengo la impresión de que las empresas sólo nos ponen la vida fácil cuando hay pasta de por medio,y pero se ve que en esto de los libros de texto el negocio sigue siendo el de producción y cosido de toneladas de celulosa que nuestros hijos cargarán estoicamente en sus pequeñas espalditas.
Animo a los lectores a que piensen en posibles soluciones, ¿qué tal, por ejemplo, una consola como la que usaba Ender? ¿qué tal propiciar el uso de nuevas tecnologías para hacer los deberes? Tal vez sería un mal negocio para las editoriales, pero por la salud de los niños tal vez habría que darle una pensada.
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